No hace mucho, cuando mi familia que vivía en otra ciudad venía a casa a visitarme algún fin de semana, mi parte favorita de la visita era cuando los niños se iban a dormir. Nos servíamos una copa de vino y charlábamos hasta la medianoche, riéndonos con viejos recuerdos y compartiendo historias. Hoy, la dinámica es diferente. El primer adulto que vuelve tras acostar a los niños, no va a buscar una copa de vino: se sienta en el sofá y coge su teléfono móvil. Solo hasta que vengan los demás, piensa.
Uno a uno, iban apareciendo los demás, pero donde antes nos entreteníamos con anécdotas divertidas, hay silencio en vez de risas, porque todo el mundo está comprobando sus correos electrónicos, sus mensajes de texto y sus redes sociales.
Puede que de vez en cuando nos sirvamos un poco de vino y hablemos, pero todo el mundo tiene el móvil al alcance de la mano durante toda la noche y la conversación se interrumpe constantemente con alertas de personas ajenas que tienen algo (¿mejor?) que decir. Cuando esto ocurre, recuerdo con melancolía aquellos días en los que mi familia y yo centrábamos toda la atención los unos en los otros y conectábamos de verdad.
Mi experiencia no es única. La mitad de la población del mundo tiene un smartphone. En Europa, hay incluso más móviles que personas, así que hay teléfonos por todas partes.
El uso del móvil está tan extendido que las personas como yo —que valoramos una buena conversación— nos hemos resignado al hecho de que a veces nuestros compañeros prefieran utilizar sus dispositivos a hablar con nosotros. Hoy en día, el estilo de vida basado en la gratificación inmediata y la falta de concentración durante períodos largos ha llevado a la gente a buscar información nueva en todo momento, así que, para muchas personas, los encuentros cara a cara, sumidos en una conversación no son tan atractivos como los teléfonos con noticias y actualizaciones nuevas. Y las relaciones personales se están resintiendo.
“Los smartphones se han convertido en una tabla de salvación: cada vez que hay un momento de posible aburrimiento, la gente se conecta a sus móviles”, afirma Daria Kuss, profesora de psicología de la Universidad de Nottingham Trent, que estudia el uso de los teléfonos móviles. “Desde la aparición de los primeros smartphones hace 15 años, ese comportamiento se ha ido generalizando. Todo el mundo tiene uno”.
Distracción permanente
Como los smartphones pueden generar un flujo interminable de cosas interesantes que ver, con frecuencia compiten con los compañeros de carne y hueso.
“Los móviles comunican por sí mismos”, afirma Oliver Bilke-Hentsch, psiquiatra de Zúrich que estudia la adicción a Internet. “No necesitas que nadie te llame por teléfono. El propio dispositivo te muestra información nueva. Tienes que controlarte para no estar todo el día enganchado”.
La holandesa Nicole Gommers, de 38 años, se ha cansado de competir con el móvil por la atención de su pareja. “Es difícil mantener una conversación con él porque está permanentemente distraído con el móvil”, afirma Gommers. “Cuando le pregunto algo, responde, pero diría que su mente está en otra parte. Siempre hay alguien que manda un mensaje y eso significa el fin de la conversación porque requiere una respuesta. “Durante un tiempo, fue totalmente adicto a Wordfeud, un juego de palabras online que puedes jugar con otras personas anónimas. En cuanto empezaba a jugar, ya no podías hablarle porque no se podía concentrar”.
Como los jóvenes han crecido expuestos a la tecnología, tienen más probabilidades que las personas mayores de utilizar los móviles en reuniones sociales y son mucho más propensos a sentarse en silencio con un grupo de compañeros, cada uno de ellos abstraído con su móvil. Esto ha generado un gran impacto en las habilidades comunicativas de esa generación.
“Los jóvenes encuentran muy difícil desarrollar la capacidad de hablar con otra persona y prestarle atención sin engancharse al mismo tiempo al smartphone”, afirma Kuss. “Pueden tener problemas a la hora de mantener conversaciones en la vida real de la forma que lo hacíamos las antiguas generaciones para conectar y entablar conversaciones con significado”.
Una fuerza silenciosa
Los smartphones son tan influyentes que pueden tener poder sobre una conversación aunque no se usen. Los investigadores han descubierto que cuando un teléfono móvil está sobre la mesa —aunque su propietario no lo esté usando de forma activa— la profundidad de la conversación a la hora de comer cae.
“Nuestro estudio reveló que cuando el móvil estaba a la vista de uno o varios de los contertulios, los participantes entablaban una conversación de peor calidad y con menor respuesta empática”, afirma la autora del estudio, Shalini Misra, profesora adjunta de asuntos urbanos en la Universidad de Virginia Tech. “Cuando dejamos los móviles a la vista, en vez de relegarlos a un segundo plano, nos distraen y abstraen de nuestro contexto personal”. Como saben que pueden ser interrumpidas, son menos propensas a entablar conversaciones sobre sentimientos o problemas, y se inclinan por conversación superficial.
“Las conversaciones importantes exigen que los participantes estén atentos”, afirma Misra. “Tenemos que escuchar las palabras, el tono y las pausas, observar los gestos faciales y los movimientos corporales y pensar en lo que estamos oyendo para comprender el significado y responder adecuadamente. Es una tarea compleja y requiere muchos recursos cognitivos. Si nuestra atención se divide, nuestras tareas complejas como las conversaciones sufrirán. Y la visibilidad de los móviles nos incita a dirigir nuestros pensamientos a otras cosas”. Una
Influencia negativa
Recientes investigaciones han revelado que los estudiantes universitarios en 2009 tenían niveles inferiores de empatía que 30 años antes. Los investigadores tuvieron en cuenta los efectos de la tecnología y las redes sociales, entre otros, pero no sacaron conclusiones sobre la causa.
“No sé si hoy en día hay pruebas fiables que demuestran que los teléfonos móviles o las redes sociales provocan la pérdida de empatía”, afirma la autora del estudio, Sara Konrath, profesora adjunta de estudios filantrópicos de la Universidad de Indiana. “Probablemente hay muchos motivos para el cambio: los cambios en el tamaño y las dinámicas de las familias y los cambios en las actividades políticas”.
La otra investigación de Konrath ha revelado que los jóvenes tienen los niveles de empatía más bajos, mientras las mujeres de mediana edad tienen los más altos. Puede que las mujeres de mediana edad tengan más oportunidades de activar su empatía: el cuidado de los niños, de sus padres mayores y la enseñanza de nuevos colegas. Afortunadamente, dice Konrath, puedes aumentar tus niveles de empatía con la práctica y, puede ayudar dejar a un lado el móvil.
“Nos pone nerviosos reaccionar cara a cara”, afirma Konrath. “Pero es bueno practicar la empatía cara a cara. Puedes ver las expresiones faciales y escuchar el tono de voz. Hay más señales para sintonizar mejor”.
Adicción
Como los móviles distraen tanto, la gente siempre está pendiente de ellos. El francés Fabien Guasco, de 43 años, se frustra cuando el móvil interrumpe sus reuniones.
“La gente se concentra en los mensajes en vez de escuchar lo que se está hablando”, afirma Guasco. “Por eso me acostumbré a quedarme en silencio si alguien se ponía a contestar en el móvil. ¡Así conseguí que todo el mundo prestase atención!”
Los investigadores han descubierto que los dispositivos tecnológicos alimentan nuestra naturaleza adictiva.
“Cada vez que obtienes un Me gusta en una red social o un premio en un juego”, afirma Bilke-Hentsch, “consigues una pequeña inyección de dopamina en el sistema de recompensa de tu cerebro. Quieres otra. Es como fumar o comer un dulce. Quizás de tu pareja no lo obtienes”.
Solución esperanzadora
Si estás cansado de estar en segundo plano frente a un dispositivo móvil y te gustaría reducir su uso sin discutir:
• Especifica. Explica que te gustaría evitar el móvil en las comidas, por ejemplo, o no contestar a los mensajes mientras habláis. Pero coméntalo con calma y no acuses, ni eches la culpa. “Usa frases que empiecen por “yo” en vez de por “tú”, afirma Kuss. “Dile ‘me gustaría pasar más tiempo contigo’, en vez de ‘te pasas todo el día enganchado a la tecnología’”.
• Negocia. Si desactiva las alertas y avisos, utilizarás menos el móvil.
“Dichas notificaciones incrementan el uso real del móvil”, afirma Joël Billieux, profesor de psicología clínica en la Universidad de Luxemburgo, que estudia el uso adictivo de las tecnologías de la información. “La investigación sugiere que cuando recibes notificaciones, generalmente compruebas más aplicaciones”.
• Aléjalo. Anima a tu pareja a dejar el móvil en el bolsillo, no encima de la mesa. “Cuando el móvil está a la vista, llama la atención, aunque no te des cuenta conscientemente”, afirma Misra. “Fuera de la vista” puede significar “lejos del pensamiento”.
• Estadísticas. Puede que tu pareja no se dé cuenta del tiempo que pasa con el teléfono, pero este registra el tiempo que pasa en cada aplicación. Pídele que eche un vistazo a ese número.
Esto hará que te des cuenta del tiempo que pasas con el teléfono”, afirma Kuss.
• Lleva reloj. No tendrás que coger el teléfono cada poco para ver la hora. Billieux afirma: “Un estudio reciente reveló que las personas que llevaban reloj reducían el tiempo que dedicaban a usar el smartphone”.